Inmortalidad

Jeanne Calment

Jeanne Calment

Durante el siglo XX se produjo un crecimiento sin precedentes en la expectativa de vida de las personas. Dicho indicador tuvo distintos valores a lo largo de la historia, pero siempre fueron sensiblemente inferiores al actual, ubicándose entre los 20 y los 35 años aproximadamente. Incluso a principios del siglo XX, la expectativa de vida rondaba los 30 años a nivel mundial y era algo menor de 50 en los países más desarrollados.

En la actualidad, la media mundial se sitúa en torno a los 67 años. Sin embargo, en las naciones más desarrolladas, la expectativa de vida puede superar los 80. Países tan diversos como Estados Unidos, China, Turquía, México o la Argentina poseen índices que se ubican entre los 75 y los 80 años y en la India ronda los 65. Los estados subsaharianos poseen los peores indicadores, con valores apenas por encima de los 50 años pero, aún los países que están al final de la lista, como Sierra Leona o la República Centroafricana, tienen una expectativa de vida un poco por encima de los 45 años, es decir muy superior a la media mundial de principios del siglo XX.

Es común suponer que hasta el siglo XIX eran pocas las personas que llegaban a los 40 años y que quienes lo lograban eran ancianos. Sin embargo esta idea es errónea ya que era mucha la gente que alcanzaba esa edad manteniéndose joven y con vigor. En realidad, los valores tan bajos en la expectativa de vida eran atribuibles principalmente a la altísima mortalidad infantil. Comparado con los parámetros actuales, un porcentaje extremadamente alto de niños moría en su primera infancia y, de hecho, los que llegaban a los 10 años tenían una expectativa de vida mayor que cuando habían nacido. La etapa más peligrosa de la vida era la infancia y cualquier familia, incluso las más acomodadas, tenía muchos hijos sabiendo que sólo algunos llegarían a la adultez, hecho que es fácil de verificar con sólo echar un vistazo a los árboles genealógicos de las familias reales europeas. Es notable que el sentido común tan arraigado según el cual lo natural es que los hijos entierren a los padres sea cierto sólo desde hace no más de un siglo (claro que tampoco en la actualidad esto es cierto para todo el mundo).

Realmente muchas personas, en cualquier época de la humanidad, superaban los 40 años y podían llegar a los 80 o más y son innumerables los ejemplos históricos que se pueden encontrar. Aristóteles, por ejemplo, murió a los 62 años, Platón a los 80 y Sócrates a los 71 (y no llegó a más sólo porque la cicuta disminuye sensiblemente la expectativa de vida). Pero muchísima gente moría más joven que en la actualidad, ya sea durante su infancia o a edades tempranas, por motivos que hoy son fácilmente evitables. Una infección mal curada, una enfermedad infectocontagiosa tal vez hoy erradicada, una complicación en el parto o una apendicitis terminaban con la vida de cualquiera. Sin embargo, si alguien lograba sortear todos estos peligros y moría de viejo, lo hacía a una edad similar a lo que lo haría en la actualidad. Es que la cantidad de años que puede vivir un ser vivo depende de la especie a la que pertenece y en el caso del ser humano las personas comienzan a morirse de viejas a los 80 o 90 años.

Expectativa de vidaEn esta gráfica se representa la supervivencia de una población, es decir la cantidad de personas sobre 1000 que llegan a las distintas edades. La curva roja modela el comportamiento típico histórico y la verde el actual. Se puede apreciar claramente como la primera tiene una importante caída al comienzo (mortalidad infantil) y un descenso uniforme a partir de los 10 años (muertes por diversas enfermedades) hasta llegar a 0 (o casi 0) entre los 80 y los 90. Por el contrario, la segunda curva apenas si baja al principio (se logró reducir drásticamente la mortalidad infantil) y recién comienza a descender lentamente alrededor de los 40 años, acentuándose esta caída pasados los 70. A los 85 todavía queda mucha gente, pero inexorablemente la gráfica llegará a 0 unos años más tarde. La zona verde de la gráfica representa los años-hombre que antes no se vivían y ahora sí, mientras que la región blanca de arriba es lo que aún está por ganarse.

En los próximos años esta zona blanca se reducirá aún más. Problemas cardíacos que hace tan sólo 40 años implicaban una vida de reposo, hoy se solucionan con un stent que permite reinsertarse en trajín diario tan sólo una semana después de realizada la intervención. El cáncer, por su parte, es tratable en alrededor de la mitad de los casos y la ciencia médica promete seguir avanzando en los próximos años, por lo que es de esperar que finalmente se venza a ésta y otras enfermedades que todavía no han sido dominadas.

Las nuevas tecnologías tienen mucho para ofrecernos. La biotecnología pronto nos abastecerá de órganos impresos y la nanotecnología enviará nanobots a destruir células malas. Un ejemplo que permite apreciar el potencial de la nueva ciencia médica es el de los respirocitos. Se trata nanobots cuya función sería la de emular el funcionamiento de los glóbulos rojos. Por ahora no es más que una idea pero, de hacerse realidad, podrían resolver muchas de las enfermedades de la sangre. Incluso mejorarían la funcionalidad de los glóbulos rojos naturales ya que almacenarían mucho más oxígeno que estos, permitiendo que una persona pueda estar mucho tiempo sin respirar (por ejemplo, un buceador no necesitaría tanques de oxígeno). También podrían tener autonomía y seguir circulando después de un paro cardíaco, dándole tiempo al afectado para resolver esta situación. Tal vez tan sólo necesitará agarrar su celular y preguntarle a Watson qué hacer…

En el caso ideal, acabaríamos con todas las enfermedades y la línea verde del gráfico se haría casi horizontal y caería de golpe alrededor de los 120 años. Es decir, no habría más muertes (naturales) por ningún otro motivo que no fuera la vejez. La conclusión que se extrae es que la expectativa de vida no ha hecho más que aumentar en las últimas décadas pero el límite biológico de la vida no se modificó y se mantiene en unos 120 años. De hecho, la persona más longeva, al menos desde que hay registros confiables, fue la francesa Jeanne Calment, que murió en 1997 a los 122 años. Por supuesto, otro tema a tener en cuenta es en qué condiciones llegaríamos a esos 120 años. Porque un respirocito podrá hacer que sigamos viviendo, pero el envejecimiento y sus efectos seguirán haciendo estragos.

Lo que propone el transhumanismo es, justamente, revertir el proceso de envejecimiento para superar de este modo el límite biológico impuesto a nuestra especie. Es decir, en lugar de curar las enfermedades, se las evitaría accionando sobre las causas de la vejez. Si se logra manipular el reloj biológico de las células, se podría conseguir que los tejidos no envejezcan, lo que tendría como consecuencia que tampoco lo hicieran los órganos y, en definitiva, el cuerpo en su totalidad. De esta manera se prolongaría la vida, llegando a edades nunca antes imaginadas y sin la decadencia de la senectud.

Si tenemos en cuenta que hace tan sólo 60 años, en 1953, se descubrió el modelo de la doble hélice del ADN y consideramos todo lo que se avanzó en este corto tiempo, deberíamos llegar a la conclusión de que no falta mucho para que se logre manipular la célula y de este modo se pueda prolongar la vida. Es que, por increíble que parezca, después de siglos de buscar el elixir de la vida eterna, estamos a las puertas de encontrarlo de la mano de la ciencia.

Por supuesto que no se puede dar una estimación exacta de cuándo llegará ese momento, pero es seguro que no se trata de miles de años sino de unas pocas décadas. Tal vez el dilema sea tan sólo si la actual es la última generación de mortales o la primera de inmortales…

Incluso para quienes ya son adultos existen perspectivas optimistas. En 30 o 40 años la ciencia puede avanzar muchísimo y, si una persona hoy espera poder vivir esa cantidad de años, es posible que antes de hacerlo la ciencia haya avanzado lo suficiente como para otorgarle otros 30 o 40 años adicionales. Es decir, aunque la ciencia no logre la inmortalidad en los próximos años, tal vez sea posible aumentar el límite biológico de la vida humana de modo de darnos los suficientes años de sobrevida como para que la ciencia pueda volver a aumentar ese límite. Hasta tanto no se consiga realmente la inmortalidad, se irán tratando los problemas que aparezcan en las personas de 120 o 150 años de manera de convertir a la muerte en una zanahoria que el caballo de la vida nunca pueda alcanzar.

Algunos transhumanistas están seguros de que falta muy poco tiempo para lograr la inmortalidad. Ray Kurzweil, quien ya tiene 65 años, cree que personas de su generación pueden alcanzar la vida eterna y él mismo sigue un estilo de vida que intenta prolongar su existencia hasta que llegue el momento en que se pueda ser inmortal. Es posible que, influenciado por su deseo de vivir, los tiempos que imagina Kurzweil sean tan sólo una expresión de deseos, pero sin duda el objetivo de la prolongación de la vida en sí no lo es.

Aubrey de Grey

Aubrey de Grey

Aubrey de Grey, un influyente y controvertido gerontólogo y biomédico inglés, está abocado a la investigación de las terapias para prolongar la vida. Su estrategia se basa en conseguir 30 años extras en la expectativa de vida de quienes están en la adultez. Cuando estas terapias estén disponibles, las personas que sean muy ancianas no podrán verse beneficiadas por ellas, pero sí lo harán quienes sean un poco menores. Con posterioridad, se lograrán nuevas terapias y, una vez más, los mayores no podrán sacarle provecho, pero quienes sí puedan se harán nuevamente acreedores a otros 30 años adicionales. Este proceso se repetirá todas las veces que sea necesario.

De Grey llama a esto velocidad de escape de la longevidad y afirma que es probable que los primeros humanos que alcancen los 150 años gracias a la primera generación de terapias mueran antes de que llegue la segunda, pero que personas tan sólo un poco menores sí podrán beneficiarse y llegar a edades muy superiores. De hecho cree que las primeras personas en llegar a los 1000 años serán solamente 10 años menores que las primeras en alcanzar los 150.

En las últimas décadas la expectativa de vida ha ido aumentando uno o dos años cada diez, pero de Grey se propone aumentarla un año cada año. Es decir, que la muerte por vejez sea realmente inalcanzable. Es como consecuencia de estas proyecciones que muchos están convencidos de que los primeros seres humanos en alcanzar los 1000 años ya nacieron.

Para conseguir estos objetivos, De Grey propone utilizar técnicas de bioingeniería que denomina Strategies for Engineered Negligible Senescence (SENS) que podría traducirse como estrategias para el diseño de una senectud sin consecuencias. Según este enfoque, periódicamente habría que reparar los daños que se hubieran generado a nivel celular. Los efectos secundarios del metabolismo se acumulan ocasionando dichos daños y éstos a su vez producen patologías que finalmente desembocan en la muerte. Si se lograra reparar estos daños, las células y el organismo en general se mantendrían sanos y jóvenes.

De Grey es optimista porque sostiene que, si bien son muy numerosas tanto las cuestiones metabólicas que producen daños como las patologías que se generan en consecuencia, los propios daños pueden ser agrupados en tan sólo siete categorías. Es decir, atacando únicamente estos siete tipos de daño celular, podría solucionarse el problema del envejecimiento. Estas categorías son: la atrofia celular, las mutaciones nucleares, las mutaciones en mitocondria, la senescencia celular, los vínculos extracelulares, los desperdicios fuera de las células y los desperdicios dentro de ellas.

La Fundación Matusalén fue creada por de Grey para investigar las terapias de prolongación de la vida. Esta fundación instituyó el Premio Ratón Matusalén para quienes realicen avances importantes en el desarrollo de estas terapias aplicadas a los ratones. El objetivo es permitir que el animal viva hasta llegar a su mediana edad y recién entonces comenzar a reparar los daños celulares. Dado que la expectativa de vida de un ratón es de unos tres años, se empezará a tratarlo a los dos años con la esperanza de extenderle la vida y que de ese modo llegue a los cinco. Algunas de las terapias para daños celulares ya están parcialmente implementadas y según algunas estimaciones el proyecto SENS debería funcionar en ratones dentro de unos diez años. De Grey cree que este logro incentivará el financiamiento de las investigaciones y pronostica que hay un 50 por ciento de probabilidades de tener listas las terapias para humanos 15 años después de haberlas aplicado exitosamente a los ratones. Es decir, no es descabellado pensar que hacia 2040 podremos haber conseguido los primeros 30 años extras para nuestra expectativa de vida.

La estrategia de de Grey no necesariamente equivale a ser inmortales, ya que la cicuta o un camión con acoplado seguirán matándonos. Pero quizás con el tiempo dejemos atrás la biología y migremos a cuerpos más resistentes o podamos hacer backups de nuestras mentes para afrontar cualquier eventualidad. Sin embargo, para lograr estas u otras alternativas, primero deberemos mantenernos vivos y esquivar la muerte por vejez.

Hay tanto detractores como defensores del proyecto SENS. Jason Pontin, editor de la revista Technology Review, ofreció un premio para algún biólogo que pudiera probar que el proyecto SENS es tan erróneo que es indigno de debate experto. Sin embargo, ninguno de los contendientes logró convencer de esto a los jueces. Por su parte, Peter Thiel, cofundador de la empresa  PayPal, ha hecho importantes donaciones a la Fundación Matusalén.

Tapa de Time sobre Calico

Tapa Time 30/09/2013

Todas estas ideas aún parecen sueños lejanos e inalcanzables. Sin embargo, una empresa tan seria como Google acaba de lanzar el proyecto Calico que se dedicará a la investigación de estos temas. Larry Page, cofundador de la empresa, explica que «Calico será una nueva compañía que se centrará en la salud y en el bienestar, particularmente en los desafíos alrededor de la vejez y de las enfermedades asociadas con la edad. Con el reto de combatir el envejecimiento y sus enfermedades asociadas para prolongar la vida y la salud de las personas». Desde su portada, Time pregunta provocativamente: «¿Puede Google resolver la muerte?» y subtitula: «Sería una locura si no fuera Google». Dando vuelta el argumento sería más correcto afirmar que, dado que no es una locura, Google incursiona en este tema…

¿Es posible imaginar mayor cambio de paradigma que el fin de la muerte? Desde que existe el ser humano, su vida gira alrededor de la inexorabilidad de la muerte. ¿Cómo viviríamos si nunca fuéramos a morir? ¿Qué objetivos tendríamos si el tiempo por delante fuera indefinido? ¿Seríamos adolescentes hasta los 500 años? En suma, ¿podríamos soportarlo? Y, por supuesto nos preguntamos, ¿la inmortalidad será para todos o sólo para algunos privilegiados?